Falsa realidad: la pantalla del parecer y el postureo en redes sociales - Ensayo por Martina Gaggero

Taller de expresión I Cátedra Reale - comisión 56, Santiago Castellano.
Ensayo original e individual por Martina Gaggero.

 

Falsa realidad: la pantalla del parecer y el postureo en redes sociales

¿Evolución o destrucción?

 

¿Aparentar en redes sociales es una necesidad inherente de aprobación social? ¿Realmente somos constantemente felices como lo mostramos en las plataformas? ¿Qué efectos genera ser o no parte del postureo?

La incorporación del uso de pantallas nos ha permitido estar en contacto con otras personas a largas distancias, compartir nuestra diaria y acceder a cierta información de manera sencilla. Como sabemos, la nueva era del mundo digital trajo consigo muchos cambios vinculados a la actualidad que nos compete. Si bien, las plataformas digitales agilizan y amplían la capacidad de desarrollo de muchas de las actividades que realizamos en nuestro día a día y nos permiten ejecutar operaciones de forma automática e inmediata, ¿Qué sucede cuando le brindamos una atención desmedida?

Cuanto más usamos las redes sociales, más nos importa mostrar una imagen nuestra mejorada con el fin de ocultar lo que no deseamos que se vea o competir con otros usuarios en un estatus virtual.

Numerosos estudios exponen que la perfección en los posteos realizados a través de las redes sociales ejercen una presión incuestionable sobre los demás, porque la mayoría quisiera tener esa vida maravillosa que algunos presumen. Al fin y al cabo, todos también convalidamos y participamos de ese círculo vicioso; un juego de ficción y mentiras que está implícitamente “de moda”. Mostrar la cara más bella de la moneda. Como dijo François de la Rochefoucauld: “Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo”. Tal vez no sea novedad, ya que el hecho de anhelar la felicidad o el éxito ajeno fue un tema presente desde los principios de la humanidad, solamente que en la actualidad las redes exhiben todo lo que ocurre en la vida de los individuos, lo que hacen o dejan de hacer, los lugares a dónde viajan, en dónde están sus afectos, cuáles son sus deseos, sus gustos y preferencias…

Hace unos años se sumó un nuevo concepto llamado “postureo” para explicar esta cuestión: es la creación de una imagen de felicidad plena y continuada de cara a los demás (normalmente a través de las redes sociales) que no se corresponde con la realidad. En sus perfiles, no hay rastro de malos momentos, frustraciones o decepciones, solo fotos perfectas y romantizadas de situaciones idílicas. ¿Cuántas veces hemos entrado a las redes sociales y nos hemos comparado con otros usuarios?

Si hacemos una introspección, cada uno de nosotros podrá confesar que alguna vez ha publicado una imagen que no se correspondía con lo que le estaba sucediendo en verdad. No todo lo que vemos en las redes es un reflejo de la realidad. La gente sólo muestra lo que quiere que los demás vean. De hecho, nadie suele publicar fotos llorando o teniendo un mal día. Por el contrario, la mayoría de lo que vemos son fiestas, viajes, recitales, platos ricos de comida, buenos momentos. Sin embargo, si estuviéramos en el día a día de cada una de aquellas personas probablemente descubriríamos que no se diferencia mucho del nuestro, con nuestros momentos de angustia y alegría.


 









Con las redes sociales transformamos una situación ideal y la proyectamos como si fuera real. 
Analizamos nuestros seguidores; estudiamos los tipos de publicaciones que tienen más impacto y los que no; seleccionamos lo que comunicamos registrando la manera en la que decirlo garantice notoriedad; elegimos las fotos que mejor se ven; entre otras cosas. Pero… ¿Qué ocurre cuando no conseguimos el impacto que buscamos? ¿Nos volvemos invisibles?

La sociedad les otorga un valor significativo a los logros terrenales, por lo que siempre serán una causa de vanagloria en espacios como las redes sociales; pareciera que alcanzar ciertos objetivos equivale a ser un triunfador y si esto no es publicado, significará que nunca ha sucedido. Esta necesidad y presión por parecer se ve reflejada en la selfie subida en Instagram, el comentario publicado en Twitter y los videos posteados en Facebook, donde cada difusión se convierte en la figura perfecta para mostrar, sin importar el propósito y la veracidad.

Es increíble la facilidad con la que se da crédito a todo lo que vemos en las plataformas. Pero… ¿Por qué no lo haríamos? Si hasta creemos y replicamos noticias falsas, ¿Por qué no creeríamos lo que nuestros amigos comparten?

La apariencia en redes sociales se convirtió casi en una obsesión, estamos tan acostumbrados y sumergidos en aquella fantasía irreal que está “bien vista”, que es muy difícil despegarnos asumiendo esta cuestión. ¿Cuántas veces nos sacamos fotos pensando que lo hacíamos solo para publicarlas luego? ¿Cuántas veces revisamos las estadísticas, esperamos los “me gusta” y “comentarios”? ¿En qué momento la vida empezó a ser calificada y medida en base a las redes sociales?

Si bien, estos medios también son el canal a través del cual miles de personas se pueden conocer, reencontrar, interactuar, aprender e informarse, conseguir trabajo, apoyar causas y colaborar, muchas veces se le otorga más atención de la que deberíamos y termina siendo un peso más en nuestras vidas. La presión por encajar, entender y participar en las tendencias, publicando lo que creemos que funciona y nos hace mejores; también genera ansiedad, angustia, estrés e inseguridad. No se niegan sus beneficios positivos, lo importante es ser conscientes de la herramienta que tenemos en nuestras manos, siendo responsables y fieles a nuestra esencia. Como usuarios estamos obligados a trazar una línea entre la fantasía y la realidad, sabiendo que las redes son un medio de comunicación e interacción que no debe ser concebido como una forma de vida certera y auténtica.

Quizá este sea un buen momento para revisar el nivel de influencia e importancia que le estamos concediendo, el tiempo que le estamos dedicando y la energía puesta allí. Recordemos que nadie jamás publicaría sus peores fotos ni sus épocas más oscuras. En esta era en el que las apariencias son tan analizadas y calificadas, cada quien creará la imagen y el personaje que considere pertinente para ser aceptado, que no necesariamente será un retrato fiel a su verdad ni tampoco será una situación permanente o cotidiana, si no podrán ser momentos que quedan inmortalizados en una publicación, y que no define la existencia de cada ser humano.

 

 


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