"La oscuridad sospechosa" por Martina Gaggero

 Taller de expresión I Cátedra Reale - comisión 56, Santiago Castellano.

Trabajo original e individual por Martina Gaggero.

Actividad: A partir de un sueño ajeno, realizar un cuento breve en primera persona.

 

La oscuridad sospechosa


Me abrigué, agarré las llaves y sin meditarlo dos veces, salí a dar una vuelta a la manzana. Necesitaba pensar y tomar aire. Había tenido un día complicado y me sentía agobiado en mi casa. Hace poco vi en Internet un ejercicio de concentración para conectar con el entorno presente y desconectar con los pensamientos intrusivos. Consistía en ir observando y contando los objetos que tenía a mi alrededor. Traté de aplicarlo mientras caminaba sin rumbo. Era de noche y hacía un frío desmedido. Me alejé más de lo habitual y tomé un camino que desconocía. Nunca había estado por allí, pero en ese momento poco me preocupaba.

Era muy tarde y la calle estaba poco transitada, pasaban transportes muy cada tanto. A decir verdad, la oscuridad de la ciudad me asustaba, pero mi necesidad de perderme en ella era más fuerte.

A las 4:45 am una moto pasó sospechosamente por mi lado, andaba a una velocidad más baja de lo permitido, el hombre parecía tener puesta su atención en mis movimientos y llevaba un celular en su oreja. Aparentemente se comunicaba con alguien por teléfono. Y pude confirmarlo cuando lo escuché decir “todo listo”.

Comencé a caminar más rápido. El miedo recorría mis venas. Mi respiración agitada generaba una sensación de ahogo. La inseguridad es una realidad y yo ya me estaba imaginando lo peor que podía pasar. En un abrir y cerrar de ojos, tenía siete tipos persiguiéndome; tres en moto y cuatro corriendo a mis espaldas. Me gritaban que frene "así esto se termina más rápido”. No entendía que pasaba. O lo entendía todo. El llanto desesperado, mis piernas que no daban más y el dolor en el pecho que indicaba que las cosas no andaban bien. Grité muy fuerte con la idea de que algún vecino pueda ayudarme, traté de esconderme en varios árboles pero el tiempo no me daba y cada vez estaban más cerca, no iba a funcionar. De repente, escuché una voz del más allá diciéndome “vos podes”, un milagro inimaginable me dio la capacidad de alcanzar vuelo como un ave cuando elevaba mis brazos y contar con más velocidad cuando apoyaba mis manos además de mis piernas y corría en cuatro patas como un león; un fenómeno prodigio que, en mi peor momento, me dio la idoneidad de contar con la defensa y fortaleza de un animal que se come el mundo.

 

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