Segunda variante de "La sombra del adiós" por Martina Gaggero - Cambio de género
Taller de expresión I Cátedra Reale - comisión 56, Santiago Castellano.
Trabajo original e individual por Martina Gaggero.
Segunda variante de "La sombra del adiós" por Martina Gaggero - Cambio de género
Actividad: Realizar una variante del cuento fantástico original, modificar el género del mismo.
La sombra del adiós
Mañana fría de invierno.
Las hojas cayendo del árbol, ya habiendo cumplido su ciclo. Me dirigía a la
parada del tren, camino al trabajo. Como todos los días. La rutina que agota,
el tiempo que pasó y ya no pasará, las reflexiones matutinas. Y una vez más,
vuelvo a replantearme la exigencia del sistema. Suele pasarme al empezar mis
días. Al principio me agobiaba en mis pensamientos, sentía una prisión que me
sulfuraba. Nadie te enseña los pasos en un mundo que te obliga cada día a poder
levantarte y caminar. Pero al igual que todas mis discrepancias, comenzó a
formar parte de mi vida, me conformé y lo volví cotidiano.
Por un momento,
sentí una pequeña brisa chocando mi rostro. Giro la cabeza, y a mi derecha
ella. Nuevamente la volví a ver. Su expresión rígida, su mirada penetrante, su
aspecto intrigante, una percepción oscura que proyecta una materia
opaca, interceptando los rayos directos de la luz y ocupando todo el espacio
detrás de los objetos. Siempre me
pregunté quién era, por qué se aparecía de manera repentina y en momentos
específicos. Pero nunca me animé a dirigirle la palabra.
Traté de
disimular mi reacción, pero poco puede ocultarla. Cuando quise darme cuenta, ya
era muy tarde. Su figura se desvaneció en cuestión de segundos.
Lo dejé pasar. Me
prometí ignorarla, su imagen ya ocupó mucho tiempo en mi cabeza durante estos
últimos meses.
Luego de un arduo día laboral, volví a mi casa.
Contemplé orgulloso mi hogar, me sentía protegido. Me preparé la cena, me di un
baño con agua muy caliente, acomodé las sábanas, agregué capas de abrigo y apagué
el velador instalado en la mesita de luz para irme a dormir.
Eran las 4:45 am
y un fuerte ruido me despertó de repente. No pasaron ni cinco minutos que
escuché sonar varias veces el timbre. Alguien estaba afuera y debido a su insistencia
presentí que esperaba por mí.
Me puse la bata,
las pantuflas y bajé rápido las escaleras. Pensé que el estruendo podría haber
sido un choque automovilístico y estaban necesitando ayuda vecinal.
Pero abro la
puerta y estaba ella. La sombra más impactante que había visto jamás. Oscura,
carente de luz y claridad, se amparó en las sobras nocturnas.
Llegó la hora-me
dijo.
De un momento a
otro, mis oídos comenzaron a sentir un zumbido impoluto, lo único que lograba
escuchar era una música somnífera de fondo. Y una voz dulce hablando, pausada
y sin género, no la distinguía, no era la mía ni la de un otro, pero era una
voz y no estaba alienado. No
recuerdo que decía. Solo sentía que mis ojos se iban cerrando lentamente y que
mi esencia se elevaba.
Me acerqué a
una oquedad ilusoria, un cambio de orientación y todo empezó de nuevo. Mi
cabeza revisó en un instante las veinticuatro horas previas, vi toda mi vida
pasar en un segundo. Abrí los ojos rápidamente para comprobar si al cerrarlos
efectivamente mi vida finalizaría en cuestión de segundos, pero un envión hizo
que otra vez me reintegre.
Estoy en el
cosmos una vez más, trascendí.
En otro cuerpo.
En otra dimensión. Desperté, levanté la cabeza y era libre.
La rutina ya no
me perseguía; podía volar.
La sensación de libertad duro apena unos segundos. Desperté
bruscamente debido a gritos que escuché. Cuando me doy cuenta, las voces
provenían de un grupo de personas, vestidas y tapadas con uniformes blancos. Y
yo estaba amarrado y encerrado en una pequeña jaula. Tenía comida balanceada,
parecido al alpiste y similar al alimento de los pájaros.
Me miré en un espejo situado en frente y efectivamente mi
cuerpo no era el de antes. Había reencarnado en una especie de ave. Mi primera
reacción humana hubiese sido la desesperación, pero en esta nueva vida, al
parecer mis capacidades no me lo permitían. Aunque en mi mente recordaba mi
pasado y podía razonar al igual que antes.
Si bien escuché las voces de los humanos, no lograba
entender el idioma. Y cuando intentaba pedir ayuda, de mis cuerdas sólo salía un
chillido.
Observando el lugar dónde me habían secuestrado, me di
cuenta que habían jaulas parecidas a las mías dónde se encontraban otros pájaros
también privados de su libertad. Logré comunicarme con ellos telepáticamente.
Nos encontrábamos en un laboratorio científico secreto siendo
investigados a disposición de la ciencia. Fuimos humanos seleccionados aleatoriamente
para el análisis y la observación tecnológica de la corporación científica y
avanzada, que tiene como propósito estudiar las posibles mutaciones artificiales
y programadas para el futuro. Sin nuestro consentimiento y aceptación, estábamos
aportando al proyecto secreto llamado “Experimentos en el tiempo”, creado por
la ciencia genética secreta del Estado.
Pasaron horas, días, semanas. Perdí la noción del tiempo que
transcurrió desde que me capturaron. Los seres que se encontraban en mí misma
situación mutaron con habilidades distintas a las mías y algunos lograban
comprender el idioma de los científicos. De esta manera me informaba sobre lo
que iba sucediendo. El portal había desatado problemas energéticos y descargas
eléctricas que por momentos se dirigían hacia nosotros.
De manera tosca y cruel, levantaron nuestras jaulas con
máquinas que nunca había visto, se parecían a los tractores, pero más
evolucionados y modernos. Una luz resistente y voluminosa atravesó la fóvea de
mis ojos. Provenía de un neutralizador, aquel dispositivo neurotransmisor
electro biomecánico que tiene la aptitud de aislar los impulsos
electrónicos del cerebro, eliminando la información almacenada en la memoria.
Mañana calurosa
de verano. Las hojas creciendo del árbol, empezando nuevamente su ciclo. Me
dirigía a la parada del tren, camino al trabajo. Como todos los días.
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